domingo, 6 de noviembre de 2011

El docente del siglo XXI

El docente del siglo XXI

El sistema educativo argentino tiene una identidad común, con un alto grado de pertenencia por parte de sus miembros y una relativa vida autónoma debido a ciertas características particulares en lo que hace a su estructura organizativa como a su “modus vivendi” a saber:
- Tiene jerarquías de conducción y niveles de responsabilidad, claramente estratificados y diferenciados;
- Sociológicamente hablando, contiene una población cautiva, es decir, que los alumnos permanecen durante el ciclo lectivo dentro del sistema con migraciones escasas que suelen darse de un año para otro.
- Sus actores principales, docentes y alumnos, conviven buena parte de su tiempo diario en un ámbito común, la escuela;
- La conducción política puede cambiar de un día para otro, pero lo esencial, su cuerpo docente, tiene permanencia; los docentes se sienten pertenecientes al mundo educativo, y con frecuente apego a la institución madre, la escuela;
- Generalmente comparten pautas culturales, un lenguaje común y hasta una jerga propia.
Ahora aquí quiero resaltar el motor central del sistema educativo, me refiero al docente. En la historia del sistema educativo argentino, el docente ha transitado por diferentes lugares y posiciones hasta que se sanciona el Estatuto del Docente, marco legal que regula esta actividad. Pero no debemos olvidar que el docente opera sobre recursos humanos, es decir el producto final reside en las personas con las que opera. De tal manera que la capacitación del docente debe ser constante y adaptarse a las demandas y necesidades del medio social en el que esta inserto, además debe responder a las políticas educativas de los gobiernos de turno. De aquí se desprende la multiresponsabildad de los docentes en su ámbito de trabajo. Por eso es importante el desarrollo profesional de los educadores. Para ello hay que reconocer que el aprendizaje de la enseñanza es una actividad profesional vitalicia, y no algo que se contempla con un programa de capacitación docente, que sin dejar de ser necesarios, no es exclusivo. Estos programas son una iniciación a la enseñanza, no una culminación. Además es preciso reconocer que para mejorar el complejo y sutil arte de la enseñanza, se necesita una realimentación constructiva sobre el trabajo que uno hace y que existe en cada escuela la norma profesional de mejorar la enseñanza como parte del significado de ser docente en esa escuela, pero también que haya una estructura organizativa que posibilite reflexionar, junto a sus colegas, sobre el propio desempeño docente. Este punto suele ser conflictivo para los docente ya que no nos distanciamos lo suficiente de nosotros mismos para captar realmente lo que hacemos cuando trabajamos con alumnos o tratamos con otras personas. Pienso que debemos crear en las escuelas un clima profesional que permita a los docentes aprender a ver y criticar la enseñanza.
Pero no quiero dejar de destacar la importancia de la profesionalidad docente, ya que sin una mayor profesionalidad docente es imposible elevar la eficiencia del sistema educativo. El proceso de enseñanza-aprendizaje de conocimientos actualizados y socialmente útiles exige de saberes y destrezas que solo puede poseer un profesional. Cada alumno, clase, situación diferente requiere de la aplicación, creación y recreación de saberes pedagógicos y didácticos por parte del docente. No se trata de un trabajo especializado, se trata de un saber profesional.
Pero no se puede por un lado exigir y evaluar al docente como un profesional y por el otro formarlo, reglamentar su trabajo y retribuirle salarialmente como un trabajador especializado. Las políticas salariales tienen que atender a resolver este desfasaje hacia el lado de la profesionalización integral. Por ello una estrategia es privilegiar los criterios de capacitación, responsabilidad, eficiencia y rendimiento en la construcción de la carrera docente y también redefinir el alcance de la labor profesional de un docente: diversificar las responsabilidades que puede tener durante el transcurso de su carrera, darle oportunidad de prestar distintos servicios y procurar realizar dentro de la escuela una perspectiva de la profesión docente que eleve la calidad de la educación para los alumnos. Esto implicaría, por ejemplo, que los docentes experimentado actúen como tutores de docentes principiantes, que trabajen en proyectos de desarrollo curricular con algunos colegas y que funcionen como nexos entre la escuela y otras entidades de la comunidad realizando cambio de actividad sin la pérdida de su salario. Esto significa otorgar a los docentes el tiempo necesario para que trabajen juntos en planear proyectos de evaluación y estén en contacto con familias de alumnos de la escuela que requieran ayuda. Opino que debemos replantear el significado de ser docente, para que sea mucho más que trabajar solo en un aula durante un turno de clases.
Fuentes: Elliot W. Eisner, La escuela que necesitamos. Ed. Amorrortu; Osvaldo Devries, ¿ Es posible mejorar la educación?. Ed. Troquel

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